Muchos de ustedes han escuchado la típica historia en donde un florero fue la razón causante de la independencia de Colombia, pero esto es lo que ustedes quieren que crean.
Ok. El colombiano ha aprendido que hemos sido un país “independiente” y que cada cierta fecha celebramos una independencia tan falsa como los billetes impresos sin valor de los estadounidenses. Sin embargo, aquí les voy a exponer de donde saqué este fragmento de la historia oculta que Colombia no es capaz de decir porque le tiene miedo a un personaje nefasto y paramilitar de ver a un pueblo organizado, mentalmente estable y sin miedo alguno. Es con usted, Álvaro Uribe Vélez. No podrá ocultar estas verdades por siempre y el pueblo colombiano leerá este libro.
*Basado en el libro Génesis de la Revolución del 20 de julio de 1810.
Empecemos con el preludio antes de dicha independencia, porque ustedes deben empezar a informarse realmente. Desde la época de los Comuneros se venía acentuando en el Virreinato de la Nueva Granada el descontento del pueblo por “el mal gobierno”, y no fue sino hasta el año 1794 cuando las gentes de las clases elevadas, e intelectualmente responsables, han empezado a actuar en sentido revolucionario. Se ha dicho, y con razón, que este levantamiento de los Comuneros fue eminentemente popular. Y lo fue en casi un ciento por ciento. No menos de sesenta y seis poblaciones concurrieron con sus masas humanas en la marcha hacia Santafé.
Las autoridades de ellas entraron al movimiento a regañadientes, obligadas por el común, según propia confesión. Quien se atrevió a romper la tabla del Edicto de impuestos fue “una mujer del pueblo”, la señora Manuela Beltrán. El caudillo más destacado en las jornadas de protesta, José Antonio Galán (el mismo personaje que vio Antonio Nariño morir cuando era más joven), pertenecía a la clase bajísima, según dijeron en el proceso las autoridades españolas. Uno de los agitadores más entusiastas, Manuel Ortiz, apenas alcanzaba en importancia a portero del Cabildo del Socorro. Esos alzados hacían parte en general a la pequeña clase media trabajadora, mercaderes, agricultores, pecheros todos, urgidos por la situación económica que contemplaban, más agravada aun por los nuevos impuestos.
El 19 de agosto de ese mismo año aparecieron fijados en diversos sitios de la ciudad de Santafé, papeles anónimos, seguramente manuscritos, según cree Posada pues no aparece investigación alguna sobre imprenta, ni persecución contra tipógrafos, como si se ve en el proceso de los Derechos del Hombre. "Se trataba de insultos contra las autoridades, que el Virrey y la audiencia estimaron sediciosos y les dieron la denominación de “pasquines”. A poco andar cayeron los autores en las garras de la justicia colonial por delación de uno de los mismos responsables: José Fernández de Arellano; los otros fueron:
José María Durán, Pablo Uribe y Luis Gómez, todos jóvenes, estudiantes del Colegio del Rosario, partidarios de un nuevo orden de cosas. A Durán se lo sometió a tormento para ver de sacarle alguna confesión sobre personajes de mayor cuenta que se suponía instigadores de los pasquines, aunque “con poco fruto, según informó la Audiencia al Consejo de Indias, por falta de aparentes instrumentos”. Se supo también, dice Forero, "que bajo el patrocinio de los Padres Dominicanos de Santafé se había verificado por entonces una reunión secreta, encaminada a sustituir aquí la dominación española por el sistema político derivado de la Revolución Francesa".
Aquí al personaje que le caerá el peso de la tormenta que se venía preparando desde el tiempo de los Comuneros, fue a don Antonio Amar y Borbón (sí, el ancestro del rey de España actual Felipe VI de Borbón), Arguedas y Vallejo de Santa Cruz, Caballero profeso del Orden de Santiago, Teniente General delos Reales Ejércitos, Virrey, Gobernador y Capitán General del Nuevo Reino de Granada, Presidente de la Audiencia y Cancillería Real de Santafé de Bogotá, Superintendente General de Real Hacienda y Reales Rentas estancadas y Subdelegado de Correos en el Distrito del Virreynato, etc., etc., títulos de mayor a menor con que llegó a Santafé el 16 de septiembre de 1803. Era natural de Zaragoza y desde joven se había dedicado a la carrera de las armas, que empezó como cadete en el Regimiento de Caballería de Flandes, y coronó, por rigurosa escala, con el grado de Teniente General de los Reales Ejércitos, con que fue galardonado en vísperas de su nombramiento, como Virrey, el 26 de julio de 1802.
Poco a poco ustedes van a ver cómo es que se van conectando los puntos en esta historia. Sé que van a salir muchos a decir que “¿dónde están las pruebas? ¿cuál es su argumento? Eso es mentira”. Miren, si usted está aquí para usar calificativos negativos para querer insultarme aquí, No se molesten, no les va a servir de nada porque las personas como ustedes tienen miedo de leer y de tomar decisiones propias sin necesidad de acudir al televisor. ¿No es así? Entonces es necesario recordarles a los colombianos lo que siempre han negado. Continuemos.
El Virrey Amar y su esposa hicieron su entrada a Bogotá, como ya se dijo, el 16 de septiembre de 1803, a las cinco de la tarde. El recibimiento que se les hizo fue espléndido, quizá como no se le había hecho antes a ningún mandatario de su calidad. El cronista Caballero, “que ayudó a servir la mesa”, cuenta que la mansión del distinguido matrimonio “estaba de primor alhajada y abastecida; se gastaron más de cinco mil pesos en solo la comida y refrescos”. Los festejos con motivo de la llegada de Amar duraron varios días con fiestas reales, comedias y bailes en el Coliseo, de los cuales era director el Oidor Hernández de Alba. Los ingenios de la época, como Juan Manuel García de Tejada y José María Salazar, celebraron con loas la llegada del Virrey.
Más adelante, ellos pensaron en que el Virrey y la Audiencia de Santafé, fue en cerrar la frontera a todo papel francés o español que pudiera advertir a los colonos el estado de la situación. Pero los papeles entraron por caminos invisibles y terminaron a parar en manos de los criollos que estaban tan enterados de lo que pasaba tanto como lo estaban amar y Borbón y sus consejeros. El Emperador Napoleón y su hermano el Rey José despacharon a sus emisarios al continente americano para advertir a los agentes del antiguo régimen la transformación que se había operado, beneficiosa para estas partes, según ellos. Napoleón en una circular se les dijo lo siguiente con la mayor frescura:
“El Rey Carlos y la Real familia después de renunciar a todos sus derechos, han exhortado a sus pueblos a obedecer la real autoridad del nuevo Monarca… La dinastía ha cambiado, pero la monarquía subsiste. Usted debe considerar como un honor defender la parte de ella que se le ha confiado, e impedir que tan bella monarquía pierda una sola de tan preciosas posesiones… El vínculo que une a Francia con España será útil a las colonias americanas, desde luego que abre un campo vastísimo a su comercio. El Emperador no perderá de vista la condición y las necesidades de la región que usted gobierna, y ayudará al Rey, su hermano, con todos los socorros necesarios”.
Lo más importante para Napoleón Bonaparte en todo ese juego era que ninguna de las posesiones españolas de América cayera en poder de manos inglesas, sus mortales y poderosos enemigos, y por ello quería que los Virreyes, Capitanes Generales y Presidentes estuvieran alerta para conservarle el vasto y rico imperio español. Ya luego se vería como organizar todo esto en calma para agregarlo a sus dominios de Europa, o darle la libertad, como también pensaba y escribía, quizá para agradar a los colonos y tenerlos por el momento más sujetos a su carro de triunfador.
En una época así, en el fondo uno debería de apoyar a los franceses y no a los españoles. Porque sabemos que durante más de 400 años los españoles no han pedido perdón por el magnicidio ocurrido el 12 de octubre de 1492, y sé que habrá personajes que se consideran “gente de bien” a decir que ellos nos salvaron de ser unos “indios” como ellos. Aparte de que les hace falta cultura, tienen serios problemas mentales para aceptar la realidad y admitir que ellos son mestizos y no europeos como ciertos personajes han dicho en Twitter que salen con ese tipo de frases.
A principios de septiembre de 1808, llegó a Santafé, directamente al Palacio del Virrey, en las primeras horas de la noche, eludiendo los preparativos que se habían hecho para recibirlo, el comisionado de la Junta Suprema de Sevilla, don José Pando San Llorente. Desde el primer momento causó este sujeto muy mala impresión en los santafereños. Camilo Torres y Frutos Joaquín Gutiérrez cuentan cómo se portó este comisionado en la delicada misión que se le había confiado: “Los estilos personales de él eran más los de un señor que venía a hacerse obedecer, que los de un amigo que venía a estrechar los vínculos sociales entre uno y otro hemisferio. Negado a toda comunicación, trataba solo con el Virrey sobre los objetos de su embajada, los que jamás se revelaron al Pueblo. Por inspiración de la audiencia, que quería entonces deprimir al Virrey, se formó una Juna de multitud de Vocales para que se reconociese la dominación de la Junta de Sevilla, se oyese a su representante.
Presidió el Virrey con los Oidores el día cinco de septiembre de 1808. Apareció San Llorente colocado en un asiento casi igual al del Virrey. La actitud del gran Envigado de Sevilla era la de un príncipe otomano, inmodesta y ridícula, al mismo tiempo que acompañada de un aire chocante de elación y superioridad. Sus labios no pronunciaban alguna palabra. La Junta se abrió con una pequeña arenga del Virrey, que es tan misteriosa y confusa como dirigida a sofocar la voz de los circunstantes. Se leyó el manifiesto de Sevilla por el secretario Leiva, y se cerró la Junta sin oír a los Vocales”.
Esto apenas es un abrebocas y una transcripción resumida de lo que verán aquí y muchos de ustedes tendrán una especie de epifanía que no podrán borrar de su mente y sé que pedirán más porque su cerebro es lo que pide. Ustedes deben ejercitar su cerebro leyendo este tipo de columnas donde la historia oculta es revelada en varios aspectos que nadie quiere aceptar. No obstante, sentirán en su glándula pineal lo que las personas como yo vemos al leer, al estudiar por sí mismo y a escuchar los sonidos binaurales que he recomendado en mis redes.
La segunda parte de esta historia llegará pronto, nos vemos después...
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