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RESOCIALIZACIÓN

Vivimos en un país donde la indigencia es más precaria y hacen falta programas eficaces para combatir las adicciones y ayudar a los habitantes de calle. Hay personas cuya aporofobia no les permite acercarse a ellos, porque temen a perder sus pertenencias.


Recorremos las calles todos los días, y vemos a los habitantes de esos mismos sectores escarbando la basura, pidiendo dinero para algo de comida. Pero, algunos de ellos prefieren gastarlo en vicio y eso genera un gran estigma en las ciudades principales de Colombia. El pasado 28 de abril le ofrecí una mandarina a un habitante de calle en el barrio Boyacá Real de la localidad de Engativá, y se sintió aliviado con el gesto que acabo de hacer mientras entraba a una panadería. No me he ofendido por esa acción que hice, pero demostré solidaridad y humildad hacia el más necesitado. No obstante, las personas que muestran esa indolencia y los ven de manera genérica como si fueran unos criminales.

No he olvidado lo que pasó con el señor Marco Tulio Sevillano Cortés, también conocido como “Calidoso”, quien fue quemado vivo por otro habitante de calle hace 9 años cerca a la Universidad Javeriana, pero hasta el día de hoy su espectro (alma) sigue rondando esas mismas calles que recorrió ayudando a los estudiantes de dicha institución. Algunos no recordarán lo que hizo en vida, pero su hogar fue el Río Arzobispo de Bogotá, y el haber perdido la vida de una manera brutal y ardiente, ya sea por otro habitante de calle o por la limpieza social que se estaba haciendo en aquel entonces. Generó una gran indignación que dejó el siguiente enunciado:

No dejemos que esto pase por alto. Por Calidoso, por la vida, por la humanidad, por la dignidad y por cada una de las personas que lo conocieron o de que algún modo se ven tocados por una experiencia tan injusta y llena de maldad.”

La pregunta es: ¿Cuántos de estos mismos habitantes de calle han padecido todo tipo de maltratos en los últimos años, y el porqué el gobierno no reactiva el programa que Gustavo Petro hizo cuando era alcalde? Los politiqueros de turno no quieren que los programas sociales ni las reformas que el país necesita se ejecuten, porque eso daña su estilo de vida y eso todos lo sabemos. Sin embargo, hay personas que aparte de seguir a ese tipo de personas, son verdaderamente unos monstruos con esas personas y prefieren espantarlos con agua caliente o cogerlos a palo y machete. Sí, algunos de ustedes lo han hecho y en vez de ayudarlos, los discriminan con sus bélicos actos.

Ahora. Estos mismos habitantes de calle era personas comunes y corrientes que tomaron un camino oscuro y todo eso ocurrió por personas completamente inescrupulosas, cuyo objetivo era arruinar sus vidas y sacarlos del camino social; ya sea por asuntos familiares, negocios de gran importancia, carreras universitarias, entre muchas otras cosas. Esa es la perspectiva que he visto en los últimos años sobre estas personas. ¿Por qué exponer este caso ante el país? La criminalidad también se genera quienes están en esa situación, y personas que aparte de tener un ego muy grande, usan a los habitantes de calle para cometer ciertos actos y así usarlos como chivos expiatorios. No son capaces de ofrecerles algo mejor debido a que son personas poco inteligentes y no quieren que ninguna de sus pertenencias sean robadas y aparezcan en esos mercados de las pulgas que he visto en las zonas del centro de Bogotá.

Según el DANE, en el año 2021 fueron censados 6.248 habitantes de calle; donde el 87,6% de ellos son hombres y el 12,4% son mujeres. Y hay una cartilla de 617 páginas donde se evidencia todo lo que se ha hablado, pero a nivel nacional. Otra pregunta que surge es la siguiente: ¿Dónde está el censo de los habitantes de calle del año 2022? De eso no se habla, pero es necesario conocer esas mismas cifras. ¿Qué estamos haciendo como sociedad para ayudar a estas personas en condición de indigencia? Nada. Manos inescrupulosas reclutan a estos habitantes para usarlos para sus negocios, o también buscan asesinarlos para vender sus órganos al mercado negro. Sé que eso puede sonar algo exagerado, eso último, pero no se descartan las posibilidades de encontrar los restos de su cuerpo tirados en un parque o en un caño de cualquier ciudad.

Respecto a las cifras ya mencionadas, el hoy candidato a la alcaldía de Bogotá, Juan Daniel Oviedo Arango (Véase: EL HILO DEL GOMELO), fue quien presentó ese informe al país y se estableció que las edades promedio están oscilando entre los 24 y 44 años de edad, y la razón principal de que estén viviendo en la calle es el consumo de sustancias psicoactivas, representando el 33,5% y seguido de los conflictos o dificultades familiares con el 25,7%. Lamentables cifras de una persona que pide más a profundidad el debate de la prohibición de la tauromaquia en Colombia. ¿No es así? Y es interesante saber que por lo menos los habitantes de calle no solo estén sufriendo en la calle pidiendo como sobrevivir, porque lo hacen a través de actividades como el reciclaje.

Este mismo reporte lanzó lo siguiente: la actividad que genera mayores ingresos es la recolección de material reciclable con un promedio del 36,2%, seguida de los limpiavidrios, el cuidado de los carros, tocar llantas para saber si están bajas de aire o si se encuentran pinchados, vender en la calle u otra actividad similares con un 21,2% y después aparece el pedir, retacar y mendigar en las calles con un promedio del 20,0%. Por último, también se reveló en ese reporte que debido a la masiva inmigración en la natalidad, el 16% de los habitantes de calle son de origen venezolano. Estoy seguro de que el señor Erick Vergara no es capaz de leer este censo que se hizo durante el gobierno de Iván Duque, ya que solo se encuentra haciendo vídeos de Tiktok mientras sigue diciendo que “Colombia con Gustavo Petro se está volviendo igual a Venezuela”, sin presentar un argumento propio.

Por otro lado, ¿Qué dice también la ley 1641 de 2013 sobre estas personas? El artículo primero decreta lo siguiente:

Objeto. La presente ley tiene por objeto establecer los lineamientos generales para la formulación de la política pública social para habitantes de la calle, dirigidos a garantizar, promocionar, proteger y restablecer los derechos de estas personas, con el propósito de lograr su atención integral, rehabilitación e inclusión social.”

En cualquier caso, no se ha visto que esta ley se esté cumpliendo. ¿O sí? Dicha ley fue sancionada por el gobierno de Juan Manuel Santos Calderón, y su Ministro de Salud en ese entonces, era el señor Alejandro Gaviria Uribe, hoy exministro de educación. (Véase: AUTOSABOTEADOR). Los medios tradicionales ocultan este tipo de cosas o apenas se rasgan las vestiduras para hablar de ellos, si se trata de que ellos estén involucrados en un robo, o en una riña, donde el motivo de esto sea las drogas que se siguen distribuyendo en sectores como el barrio San Bernardo. Y recordemos que en sus dos alcaldías, el señor Enrique Peñalosa Londoño, con su política de reprimir a los habitantes de calle, los hizo ante los ojos de su propia aporofobia como unos atracadores y que la misma policía fuera cómplice de este denigrante acto, y todo por “limpiar las calles de Bogotá”. Como si sus vidas no valieran nada.

Primero existió la “Calle del Cartucho”, donde se generó un gran foco de delincuencia y expendio de drogas, y hoy en día existe un parque donde estaba ese mismo lugar. Luego estaba lo que conocimos como “El Bronx”. Un ligar poco irreconocible por sus actos crueles y en donde estaba presente el microtráfico, el expendio de drogas, prostitución de menores y desapariciones, donde se encontraron restos humanos y que fueron derretidos en baldes de ácido, ya sea por falta de pagos o traición, entre esos clientes estaban los mismos habitantes de calle. ¿Qué ha hecho la actual alcaldía de Bogotá con esas personas? Desde mi punto de vista no se ha hecho nada al respecto, porque solo les interesa defender sus propios bienes políticos y usar el disfraz alternativo para seguir engañando a la ciudadanía. ¿No es así?


Entonces. Lo más conveniente es revivir los CAMAD que existieron en Bogotá y ampliar dichas ayudas a nivel nacional. Es un propósito que debe cumplirse y evitar que la indigencia siga aumentando, convirtiendo lo que ellos hacen en manutención propia y en dignidad laboral. Razones sobran ante esta gran problemática y la inseguridad así deberá reducirse por mucho a más de la mitad de lo establecido. Los habitantes de calle también merecen nuestra ayuda y debemos responder a ello, sin objeción alguna ni indolencia que lo valga. Creen que son parte de una sociedad que no los recordará, ni menos se preocuparán por ellos, porque son seres inservibles y poco maleables. Esa es la realidad de personas que manifiestan que también hay machismo entre los mismos habitantes de calle. ¿No me creen?


Algunos de ustedes se sentirán asqueados por ayudarlos, pero todas esas personas merecen una segunda oportunidad y librarse de los errores que cometieron en su anterior vida y todo por las necesidades personales de unas personas que fueron rodeadas por la misma envidia. En fin, a los tibios de este país les viene mejor no ayudar a los habitantes de calle y usarlos para sus fines políticos y así desprestigiar de forma resentida la política del gobierno actual. Me pregunto lo siguiente: ¿Cuántas veces estos descarados con tendencias de acosadores atentaron contra esta población? Su posición actual acude también a la misma indolencia de esas falsas feministas que no superan su odio hacia ese hombre habitante de calle que no respetan su voluntad de manipulación.

Volviendo al tema principal, ese habitante de calle tenía familia en el pacífico colombiano y lo perdió todo, esa misma noche en el Hospital San Ignacio en el año 2014. No se supo nada más de esa recompensa que ofrecieron en aquel entonces porque apenas hubo una captura, ni tampoco se supo qué ocurrió después. ¿Así de miserables somos con ellos? Que preferimos nuestra propia seguridad y no ayudarlos personalmente para que recuperen lo que perdieron; entre tantas cosas que uno no puede resolver al mismo tiempo, el destino se ha encargado de castigar a quien no se lo merece, mientras los verdaderos culpables se forran en billetes de gran denominación por involucrar a personas inferiores a su estrato, viéndolo de esa manera.

De haber subido alguien más, estas personas perderían sus derechos humanos, y serían el experimento de algún psicópata que le gusta jugar con la vida de las personas a través de la tortura, el sadomasoquismo y la extirpación de órganos, tanto externos como internos. De haber subido alguien más, usaría sus cadáveres, cargamentos de droga y usaría alguna fachada para crear datos falsos de personas desaparecidas. Este no será el caso, porque debemos ayudarlos no importa la situación en la que estén. Algunos de ellos tendrán alguna enfermedad, otros estarán con grandes problemas que serán de completa prioridad y encontrar la forma de calmarlos no es algo que debamos tomar a la ligera, por el simple de hecho de tener un aspecto completamente denigrante. Sin dejar de lado, que hay personas que incitan al exterminio de los habitantes de calle.

¿Dónde están esos famosos “influencers” que se hicieron ricos a base de estafas y de compañías ficticias? Solo les interesa idiotizar las mentes de los más jóvenes mientras los que están en la calle soportando la lluvia, el frío y el calor de la naturaleza. Al mismo tiempo, este tipo de personas presumen de sus lujos de dudosa procedencia sin explicar la fuente de sus ingresos, pero todos ya sabemos de donde surgen en realidad. Aun así, solo nosotros podemos acabar con un problema así, mientras que algunos activistas siguen desmintiendo a los mentirosos y calumniadores de esa extrema derecha en decadencia, que desde años dos siglos perdió su esencia humana y a las malas quiere preservar su decadente legado que ha forjado a través de la guerra.

¿Qué dicen también de los indígenas que hay en los puentes y en las casetas de TransMilenio? Los he visto a los ojos y son los que han salido más afectados en los últimos años por culpa de la ambición del hombre que se cree blanco y de sangre azul, cuyo rasgos de la endogamia se ven en su exterior. Hablo de esos despojadores de tierras que los desplazaron y ahora piden comida y limosna en las calles, mientras el ciudadano promedio los ignora de forma aberrante. Todos ustedes piensan en sus propias prioridades, ¿No es así? Viven amañados a una fuerza predominante que los hace ver a todos ellos como los malos, por el simple hecho de que viven en el asfalto, y ustedes no son capaces de verse al espejo.

Y los malcriados del norte de Bogotá, que son de lo peor en la ciudad, prefieren refugiarse en sus tendencias pecaminosas de solo ayudarse a sí mismos mientras van de shopping, y desde lejos los habitantes de calle buscando ayuda para sobrevivir. ¿Cree que eso no es así? Se nota que estas mismas personas temen a terminar de esa misma manera, porque sus familias no quieren terminar en completa bancarrota. No quieren lucir esas ropas sucias, tener el cuerpo sucio y oler a desechable, así como algunas personas que he escuchado los han llamado de esa manera. Y sí, de lejos puedo escuchar lo que ustedes hablan en medio de una conversación.

Los generalizan por temor, y no ven más allá de eso. Se cree más importantes que todos y tienden a ser malcriados, engreídos y degenerados con todos ellos, porque les falta acercarse a ellos y escuchar lo que necesitan, aparte de que la mayoría de ellos son empáticos, y otros se dejaron llevar por las desgracias de las drogas que consumieron durante su vida en las calles que acabaron con su mentalidad, como lo son el bazuco, la cocaína y el éxtasis, sin dejar de lado lo que el bóxer ha hecho a sus propios pulmones. Así que, estamos seguros de que hay mucho por discutir y mejorar dicha ley que los protege y encarcelar a quien atente contra ellos.


No es un camino fácil de tomar, pero requieren de nuestra ayuda. ¿Qué haría ustedes si estuvieran en esa misma situación que ellos? Imposible para aquellos que siguen sesgados en el derrotismo social y planean quedarse ahí para proteger lo poco que tienen. Cabe resaltar aquí que todos somos colombianos y también ellos tienen nombres, apellidos y familias que se preocupan por ellos, así estas mismas personas no quieran saber nada de la sociedad en la que crecieron. Por ende, debemos unirnos y ayudarlos a salir de ese vicio en el que han vivido, en el tiempo que han estado en ese ambiente perecedero donde excretan sus desechos fisiológicos a plena luz del día. El camino a la paz también involucra ayudarlos.

Para terminar, nos queda ser personas más conscientes con nuestros actos, usemos o no una máscara.

Les guste o no, es nuestra tarea ayudarlos.


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